domingo, 6 de marzo de 2016

Errores y refugios



Dentro de pocas horas cumpliré ciento once años. La vida ha sido generosa conmigo, sin duda; cuantiosamente espléndida en momentos y ocasiones con los que atiborrar este tiempo que consumimos y este deambular en el que callejeamos según el capricho de los vientos y el talante de remos y remeros. Un número curioso. Disfruto escribiéndolo en medio de estas líneas que fluyen de mi viejo lápiz. Siento un gran placer dejando las palabras surgir y descansar, embebidas en el papel, contemplando mi mano, escuálida y envejecida, deslizándose línea tras línea con casi la misma ligereza de siempre.
Hace años me empeñaba en hacer un balance final de esta caminata que me ha tocado abrazar. Intentaba convencerme de que había merecido la pena. Intentaba dejar a un lado la idea de que otros habían logrado un resultado más satisfactorio gracias a que sus cartas habían sido mejores que las mías, o su destreza en el juego más atinada, o quizá ambas. Intentaba realzar lo valioso para distraer la desazón por lo insatisfactorio.
Ya no me interesa el balance. En la vejez de la vejez, mis tiempos de hacer cuentas han pasado. Tan sólo queda ese soplo de aire que entra deslizándose entre mis labios, y el espléndido sabor que deja al pasar.

jueves, 6 de diciembre de 2012

20 euros de vida



                  -Me da una fatiga terrible... pero... ¿podría usted...? Es que ya han cerrado el banco... mi marido está trabajando y tengo que ir a comprar... eh.... ¿me podría dejar algo de dinero? Con diez euros me vale... mañana mismo se los traigo...
Cogí veinte euros y se los dí. Aunque apenas nos conocíamos, no se lo podía negar. Poco tiempo antes habíamos tenido que entrar en su piso para hacer unas reparaciones en el tejado de mi terraza. Incluso me dejó sus llaves. No nos conocíamos de nada, pero me dejó las llaves de su casa. ¿Por qué confiaba en nosotros hasta ese extremo? Quizá confiaba así en todo el mundo...
Nunca supe nada de ella, ni siquiera su nombre, soy así de despistado. Pienso que muy pocos sabían realmente algo sobre ella. Pesaba más el menosprecio incluso tras su muerte, dicen que por sobredosis.
                  Dicen que tenía hijos en otra ciudad.
                  Me pregunto qué pudiste comprar con veinte euros.
¿Cuánto vale un pensamiento o un recuerdo? Veinte euros pagué por este. Para mí un trozo de vida. Para ti, quizás fue un trozo de muerte.

Sombra de nube


Hoy me he fijado en la sombra de una enorme nube que flotaba en el cielo. Y me he acordado de ti, y de aquellos paseos por el campo a los que me llevabas y a los que yo nunca me negaba. Fuiste tú quien llamó mi atención por primera vez en la sombra de las nubes. Gracias a ti me fijé en aquellos claroscuros en medio del prado y las arboledas: espacios de colores brillantes y vivos junto a otros tenues, casi grises en comparación. Y eran las nubes, tan livianas, tan casi nada, quienes oscurecían a ratos el mundo a nuestro alrededor. Hoy, las nubes me han traído tu presencia. Me acuerdo tanto de ti.